Fue un momento único e inolvidable en el que mi amigo Javi expresó su deseo de casarse con Leticia. Y cuando digo momento, en realidad me refiero a varios, porque los preparativos para crear el ambiente íntimo y romántico forman parte primordial de la narración de este slideshow. Tuve el privilegio de contar con imágenes esta historia personal, esta experiencia singular en la vida de dos enamorados.
Javi tenía la idea clara pero necesitaba la colaboración de sus amigos más cercanos: Celia, Manolo, Oscar, Alfonso, Johana y yo. Nos dijo: "Quiero pedirle matrimonio a Leticia, quiero sorprenderla preparando algo especial". Así, de una manera muy divertida, con ciertos nervios e ilusión, tuvimos el placer de formar parte de esta apasionante aventura. Mi cometido era claro, cámara en mano, inmortalizar esos instantes previos a la pedida en la que aportamos nuestro granito de arena para crear un ambiente secreto y romántico exclusivo para ellos.
El lugar elegido fue la Cala del Tio Ximo de Benidorm, un paraje poco explorado con un encanto especial, paradisíaco para el acontecimiento que estaba por suceder. Los preparativos comenzaron en la tarde. Javi lo tenía todo previsto: una gran carpa blanca que montamos entre todos, una mesa, dos sillas, cubertería y menaje. Un buen vino, refrescos y un festín delicatessen japonés harían las delicias de una cena frente al mar.
En el ocaso de la noche los candiles iluminaban el agradable cobijo aportando magia a una venidera noche de luna llena y una letanía de velas se sucedían para guiar el camino hacia el punto de celebración. Debajo de una de las sillas y al abrigo de la arena de la playa se ocultaba el anillo de compromiso que Javi había elegido con afán y anhelo; y en la falda de la montaña y todavía enrollada, prendía una gran lona que decía: "¿Te quieres casar conmigo?". Todo había sido preparado en una atmósfera de risas y excitación. Solo quedaba alejarnos un poco y agazaparnos a la espera de ver llegar a la novia sin que percibiera nuestra presencia.
Javi fue a buscarla, y la bajó del coche con los ojos vendados. Nosotros, expectantes, nos dedicamos a ponernos cada segundo en la piel de ambos, recreando sus sensaciones: sorpresa, inquietud, entusiasmo, y observando la imagen lejana del recóndito templo de amor que habíamos creado. El resto de la historia queda para ellos, en su memoria de momentos entrañables, entre todos los que están por venir. Imágenes de esta crónica de instantes, un día especial en su particular Pedida de mano.